Un maestro de 93 años

Foto: Gerson Ferrer

Él ya no está entre nosotros, pero sigue siendo un maestro y el 11 de diciembre hubiera cumplido 93.

Por Paco Moreno

Lima es una ciudad colapsada. Una ciudad hecha por la improvisación y supervivencia, una ciudad de autoridades de uñas larguísimas. El tráfico luciferino de esta cuidad impidió que llegara al festejo de los 93 años del maestro César Lévano. Él ya no está entre nosotros, pero sigue siendo un maestro y el 11 de diciembre hubiera cumplido 93. Esa noche iba a decir unas palabras, las digo aquí.

Hace como muchos años, una jueza le preguntó a César Lévano en uno de los tantos procesos que tenía por su labor periodística:

—¿Cuántos años tiene usted?

—Tengo 85 años.

—No los representa.

—Es verdad, mis amigos me calculan 84.

Así era César Lévano: tenía un humor serio. Además, mencionar el nombre de César Lévano es mencionar el nombre de un canillita limeño con cara de huancaíno que llegó a ser director de diarios y revistas por méritos propios, es evocar la imagen de un digno poeta que cumplió con todos los oficios que se le cruzaron por el camino. También es evocar al periodista que enseñó con sus días que sin ética, sin cultura no hay periodismo.

Pudo hacerse rico si hubiese querido vender su talento. Nunca lo hizo.

El gran César Hildebrandt lo define así: “César Lévano es un hombre admirable, un periodista ejemplar. Un raro señor al que el país no ablandó ni corrompió. Alguien que ha sido siempre condecorado con el odio de la derecha”.

Pero la gente de bien lo quiso mucho, lo quieren mucho, sobre todo, los jóvenes. Los jóvenes admiran en este hombre de prensa su vida limpia, su corrección en el día a día, su ética en el trabajo, su continua pelea contra los poderosos, su solidaridad.

Ha sido mi profesor en San Marcos, mi jefe en varios medios y cierto día, a inicios de 2013, me pidió por teléfono que coordinase para que un carro del diario lo llevara a visitar al librero delivery Jorge Vega,  “Veguita”, dueño y señor de “La Herradura”.

“Veguita” estaba muy enfermo, tanto que había perdido un ojo.

“Está mal mi compadre y me ha pedido que el diario le compre un texto suyo sobre Chabuca Granda. El periódico está siempre en crisis y no quiero molestar, pero yo tengo algo de dinero; no mucho, pero en algo ayudará”, me dijo Lévano y me conmovió. Un hombre de casi noventa años de edad, que no tenía dinero que le sobrara, iba a ayudar a su amigo privándose de lo que necesitaba, sin molestar a nadie. Ahí estaba la grandeza de su solidaridad.

Lo acompañé. Fuimos al barrio bravo de Matute de La Victoria, y “Veguita” nos recibió con el plato predilecto de su casa: la ironía. “He perdido un ojo, pero está bien porque ahora soy medio Borges”, dijo.

Lévano sonrió. Lo miró con cariño y luego respondió: “Para lo que hay que ver, un ojo basta”.

Aquella mañana no hubo lamento ni tristeza. Fue un encuentro de dos amigos viejos, de dos viejos amigos. Fue testigo del hecho mi amigo Marco Fernández, quien se anotó con la cámara. Lévano le compró el texto a “Veguita” y salió publicado en dos páginas del diario. Después de unos días, el domingo 27 de enero del 2013, “Veguita” nos dejó. Hubo mucha tristeza en las redacciones, se publicaron muchas notas; sin embargo, a su entierro no asistió casi nadie, salvo unos familiares que podían contarse con los dedos de una mano.

Volvamos a Lévano

El hijo ilustre de la clase trabajadora, el aristócrata proletario, el maestro que dignificó el periodismo nos dio una cátedra estupenda con su forma de vivir.

Miraba el árbol social y el bosque. Aquí una cita del 91 y parece que lo hubiera dicho ayer: “El periodismo del Perú adolece de crisis. Una crisis que se ahonda en el momento más desgarrado de nuestra historia, cuando se requiere un periodismo con alto sentido nacional o social, profesionalmente diestro y moderno, que actúe, además, con severo rigor ético”.

Apoyándose en el alemán Michael Abend recomendaba: no mentir, no callar ni exagerar, no aburrir, no ser complaciente ni sumiso, no ser acomodaticio.

Dejo de aburrir y termino con palabras del gran ensayista Víctor Hurtado Oviedo. Él escribió: “César Lévano es un genio que sería insoportable si tuviese la vanidad que le corresponde. Por su modestia, su talento natural, sus estudios infinitos, su generosidad y su vida ejemplar, César Lévano es la mejor respuesta dada a la ‘invitación a la vida heroica’,  que formuló su maestro José Carlos Mariátegui”.

(*) Publicado en el semanario Perfil, 15 de diciembre de 2019.

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