Por César Lévano
La victoria de la selección de fútbol ha brindado al país una dosis de alegría que nos hacía falta en días en que la impudicia campea en la política. Entre lo que ocurrió la noche del miércoles 15 en el Estadio Nacional y lo que se cocina en el Congreso hay un abismo de moral.
Lo que se vio en el Estadio fue un espectáculo de voluntad, cohesión y valentía, reflejado en pases rápidos y acertados, en esfuerzo colectivo, en amor por el Perú. También se pudo apreciar el acierto del director técnico Ricardo Gareca, que insufló impulso y sentido solidario al desempeño en la cancha.
Algo más se pudo apreciar, y se debe en gran parte a Gareca. Alguna vez he señalado el hecho de que gran parte de nuestros futbolistas provienen de sectores sociales modestos, lo cual arroja un déficit físico. Se puede observar si se compara con la velocidad atlética de europeos, brasileños o argentinos. Me imagino que Gareca se ha preocupado por mejorar el estado de nuestros muchachos, incluida la dieta. Porque esta vez la energía y la resistencia de la selección brillaron en el juego.
Otro aspecto que se superó en esta ocasión es el psicológico. Muchas veces, a nuestros jugadores les fallan los nervios en las puertas mismas del gol –frente al arco–. Esta vez no sucedió eso.
La selección dio más de una lección de moral al país. El que Jefferson Farfán dedicara su gol –bien servido por Cristian Cueva– a su compadre Paolo Guerrero, injustamente sancionado, es un rasgo de nobleza espiritual y de gratitud deportiva.
Eso revela el tesoro moral que hay en nuestro pueblo. No se puede ocultar que Farfán ha contado cómo, en una etapa de su vida, tuvo que cuidar autos de futbolistas para llevar algo de dinero a su hogar. El llanto varonil después de su hazaña inspiró emoción y alegría en millones de peruanos.
Fue una noche que brilló por sus estrellas: todo el equipo, que jugó como un solo hombre.
Qué triste sigue siendo, en cambio, la escena política. La bancada fujimorista quiere, sin ningún pudor, destituir al Fiscal de la Nación porque ha tenido el atrevimiento de investigar a Keiko Fujimori y al ex secretario general de Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, inexplicablemente como millonario y como político.
Si la selección se esforzó y luchó como un solo hombre, el país entero vibró, temió, cantó gol como un solo hombre. Así debiera actuar, como un solo hombre, para defender al Perú de la acometida autoritaria e inmoral del fujimorismo. En el estadio de la historia.
Diario Uno, 17 de noviembre de 2017.