Por César Lévano
En el Perú, como en muchos otros países, se celebra hoy el Día de la Amistad y el Amor. Fue el clásico inglés Geoffrey Chaucer (1343-1480) quien llamó a la celebración en su poema Parlamento de los pájaros, en el que señala que el Día de San Valentín es el día de los enamorados.
Dieciocho años después, el rey Carlos VI de Francia creó la Corte del Amor: el primer domingo de cada mes y durante el día de San Valentín los galanes participaban en competencias para conseguir pareja entre las doncellas de la Corte.
Antes, en Roma existía una cruel ceremonia, la Lupercalia, en la cual las jóvenes se sometían a latigazos aplicados con correas de piel de cabras y de perros, pues creían que eso les otorgaba fertilidad. El papa Gelasius I prohibió en 496 la Lupercalia y estableció el 14 de febrero como Día de San Valentín. Coincidía con la iniciativa de Chaucer en su poema de 1382.
Se ratificaba así una virtud eterna de la poesía: la de cantar el amor. Esa nota suena ya en la poesía sumeria, cuatro mil años antes de nuestra era, en la lírica griega (incluidos los epigramas de Platón), en Petrarca y su obsesión por Laura, en Pierre de Ronsard y sus herederos franceses Paul Éluard y Robert Desnos. El persa Omar Jayán solo aspira a descansar en un jardín con su amada mientras bebe su copa de vino en que navegan unos pétalos de rosa.
En 1926, el poeta y revolucionario francés Paul Celan, amigo de Vallejo y de Neruda, publicó el poema “A la misteriosa”, la mujer que él amaba pero que no le correspondía. En esos versos brillaba este: “Tanto soñé contigo que no he podido despertar”. Antonin Artaud explicó que esos versos reúnen “toda la idea del amor con sus límites y sus fiebres, y la confronta con lo absoluto del Espacio y el Tiempo”.
En nuestro idioma, la poesía de amor alcanzó cumbres con Rubén Darío y con Pablo Neruda, cuyo libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada es el volumen de poesía amorosa más vendido de todos los tiempos.
En la Europa nórdica se vive la época de San Valentín en los días en que los pájaros se aman y se aparean. El amor impulsa al vuelo y al trino.
En el Perú, hay un texto amoroso que es a la vez un canto a la mujer amada y un himno de gratitud a su cariño, a su ayuda: La vida que me diste, poema en prosa de José Carlos Mariátegui, quien, al cabo de una vida de lucha, de amor, le dice a su esposa: “la vida que te falta es la vida que me diste”.
Diario Uno, 14 de febrero de 2017.