Hace una semana, el destacado periodista cumplió noventa años. Su vida como docente universitario, poeta y enamorado de la música están retratadas en el libro Rebelde sin pausa.
Por Milagros Berríos
Después del almuerzo, cuando los presos retornaban a sus celdas en El Sexto, pasaban por la de César Lévano y lo encontraban ahí, con un plato a medio comer y cantando.
—Este loco ni comienza a almorzar y ya se pone a cantar, recuerda que decían.
Lévano, preso político, podía llenar una celda con música criolla. Podía huir del silencio con platos y cucharas. Podía armar una jarana en compañía de los internos comunes, tan condenados y tan amantes de la música como él.
—A este loco le gusta hacer música con los delincuentes.
A los noventa años, el periodista y poeta César Lévano La Rosa sigue cantando. Canta como lo hacía en El Sexto, El Frontón y la Penintenciaría de Lima; como cuando interrumpía sus almuerzos de infancia; como en las jaranas junto a Pablo Casas, Alicia Maguiña y Manuel Acosta Ojeda. Lévano canta como lo hizo la semana pasada, en el segundo piso de su casa en el Rímac, cuando cumplió los noventa.
Este melómano creció en un hogar del Centro de Lima, sin radio, vitrolas, ni luz. Conoció la música clásica cuando trabajaba en una sastrería cerca del Jirón de la Unión.
Desde los quince años compone canciones que pocos conocen. Y desde aquellos días acude a la música por la misma razón: una urgencia sentimental y social. «La música es un ejercicio de inteligencia y sensibilidad. Nutre el espíritu. Sirve para la lucha social».
Su padre, el dirigente obrero Delfín Lévano, tocaba el clarinete. Un tío carpintero tocaba el violín. Delfín y Rosa La Rosa, su madre, fundaron el Centro Musical Obrero. César Lévano no sabe tocar instrumentos y canta con amigos. «Sé que mi voz es un desastre natural, pero igual canto. Canto porque me gusta hacerlo».
La trayectoria
Su amigo, su «hermano», el poeta Juan Gonzalo Rose le dedicó un verso sobre sus épocas de prisionero. El periodista César Hildebrandt fue su socio en la histórica entrevista a Víctor Raúl Haya de la Torre, quien no quería que sea grabada. —Señor Haya: ¿No le daría pena que estos recuerdos se pierdan para las futuras generaciones?, intentó persuadirlo Lévano aquella vez. —¡Enciendan su grabadora!— le respondió Haya de la Torre hace más de cuarenta años.
César Lévano, profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, director de diario Uno, ha pasado por las redacciones de Marka, La República, Sí y Caretas. Tiene entrevistas con el historiador Jorge Basadre, el escritor Julio Ramón Ribeyro y un libro dedicado a José María Arguedas, quien –dice– le marcó la vida.
Toda su historia. Su amor por la literatura, su vínculo con la izquierda, la música, su niñez, el accidente que le causó una discapacidad física y las veces que se ha salvado de la muerte, están presentes en el libro Rebelde sin pausa, del periodista Paco Moreno, que acaba de ser publicado. Moreno retrata, a través de entrevistas y en un largo recorrido por Lima, esos noventa años que pocos han contado.
El otro lado
Juan Gargurevich, investigador de la historia del periodismo peruano, dice que Lévano es un intelectual, un luchador social consecuente, un periodista cabal y empecinado cazador de injusticias. «Soy todo lo que he hecho. A veces digo: Nadie conoce mis canciones. Solo la gente más íntima. Nadie las ha grabado, ni les ha interesado’. Pero también digo que a lo mejor, cuando me muera, mi revancha será hacerme más conocido por mi música que como periodista», responde.
César, quien en realidad se llama Edmundo Dante, decidió adoptar el nombre de César Vallejo, a quien admiraba desde niño. Lévano también es poeta. Tiene los libros Tono peregrino, Este y Oeste, Árbol de batalla y ha escrito sentidos versos como el soneto para Natalia, su amada inmortal, su esposa, quien no lo abandonó en los años de encierro, con cuatro hijos, cuando no había trabajo, ni dinero: «Hemos sido felices como en cuentos y sueños / Hemos sido tan claros, que éramos dos pequeños / Dando vueltas y vueltas en el mismo tranvía».
En Rebelde sin pausa, en las conversaciones con Paco Moreno, Lévano también habla de Natalia: «Yo no quiero morir todavía. Quiero seguir porque así puedo recordarla».
El docente, uno de los aportantes más antiguos del Seguro Social, se jubilará pronto. El próximo semestre dice que abandonará San Marcos en cumplimiento de la Ley Universitaria. «Pero tengo pendientes muchas cosas. Espero que me alcance el tiempo y la vida».
Diario La República, 18 de diciembre de 2016.