Una entrevista con César Lévano a propósito del homenaje que recibió de la Cámara Peruana de Libro y de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega en el 2012, y por la publicación de su libro Diálogos desde la historia, que reúne sus mejores entrevistas.
Por Pedro Escribano
El maestro medita sus respuestas. A sus espaldas, sus libros están acumulados en los estantes como memoria vivida. Y es que César Lévano es un periodista de larga data, y el oficio lo heredó en posta, de su abuelo Manuel Caracciolo y su padre Delfín, obreros y redactores de periódicos anarquistas de inicios del siglo XX. De ahí le viene el amor a la verdad, su ánimo combatiente y que a sus 86 años de edad no ha dejado de ser hombre de prensa, tampoco maestro universitario. Valiente, culto, periodista de raza y de lecturas, nunca se amilanó ante el poder, aunque por ello haya sido perseguido y encarcelado. Esta noche será objeto de un homenaje que le brindará la Cámara Peruana de Libro y la U. Garcilaso de la Vega, al mismo tiempo se presentará su libro Diálogos desde la historia. Entrevistas en el fondo oculto de dos siglos.
-¿Cómo empezó el difícil, pero también gratificante oficio de periodista?
Al comienzo fui canillita a los 7 años, porque yo, con mis hermanos, vendía periódico. Mi hermano mayor tenía nueve y mi hermano menor cinco. Nos habíamos quedado desamparados, porque mi madre murió cuando teníamos cinco años y mi padre había sido invalidado por las torturas, le rompieron la columna los torturadores de Leguía. Teníamos que defendernos vendiendo periódicos, pero a mis años, ya era un lector crítico, sabía distinguir un periódico serio de uno frívolo. Pero también mi padre, Delfín, y mi abuelo Manuel, ellos redactaron en periódicos rebeldes.
-¿Un oficio entregado en posta, del abuelo, al padre y al hijo?
Sí, pues. Ha habido esa curiosa genealogía del oficio de escribir. Luego, cuando era adolescente, me metí por la ventana a los periódicos, entré a trabajar como corrector de pruebas en La Noche, donde también trabajaba Juan Gonzalo Rose; teníamos 18 años. Como enviaban entradas para conciertos y teatro, empecé a ir y a hacer comentarios. Así me convertí en crítico de arte sin saber leer ni escribir (risas).
-¿Su padre era un obrero muy particular, era muy leído?
Hay el asunto de la vinculación con González Prada, que era un maestro como Mariátegui, un educador de los trabajadores. Hace poco por ahí he leído a alguien que dice que González Prada era un aristócrata de escritorio y de salón. Cómo escriben o hablan sin saber. González Prada iba al cuarto del callejón de mi papá, en el Jr. Mapiri, hoy Aljobín.
-¿Valió la pena asumir la tarea de periodista?
Sí, claro, hasta ahora a pesar de los problemas y las dificultades, creo que ha sido una buena experiencia. No diría misión cumplida, pero sí tarea asumida con responsabilidad y hasta con goce.
-¿Algún persona de nuestra vida política le ha sido esquivo para entrevistarlo?
A ver quién… no, no….
-¿Alan García, quizás?
Nunca quise entrevistarlo…
-Ah, eso es otra cosa, ¿pero por qué no quiere entrevistarlo?
No me provoca. He entrevistado, con César Hildebrandt, a Haya de la Torre… Mire, con toda franqueza, Alan García me provoca repulsión. Es un hombre que juega con mucha facilidad con los conceptos, las palabras. El otro día en Construcción Civil he dicho que ‘es un hombre de palabra fácil y bolsillo acogedor’. Se mataban de risa los trabajadores. Hemos discutido en TV, pero le demostré que no estaba ni está a la altura de la ideología inicial del Apra.
-Quizás haya otro personaje…
No, ninguno. Lo hice con Esparza Zañartu, pero no está incluido en este libro, y es quizás un error. Alguien me dijo que es mi entrevista más violenta. Cuando salió Conversación en La Catedral de Vargas Llosa, donde Esparza Zañartu es un personaje, lo fuimos a buscar a Chosica con el gran fotógrafo René Pinedo. Adujo que estaba hace tiempo fuera de gobierno. Sí, le contesté, pero Ud. fue ministro de gobierno, me tuvo preso y me mandó torturar. Y me respondió, “por qué no me avisó…”. Pero sabe, igual me dijo Morales Bermúdez. Cuando le dije, Ud. no ha sido un gran demócrata, usted hizo torturar a presos, entre ellos a mí. “Pero por qué no me avisó”, me dijo. Puras evasivas…
-¿Qué cree que le ha dado al Perú y qué el Perú no le ha dado?
Al Perú lo que he podido darle es una gran inquietud social, un afán de justicia, una presencia siempre insistente de los trabajadores, del pueblo en general. Lo que no me ha dado el Perú es ninguna comodidad material, no he disfrutado de ningún privilegio ni ninguna prebenda, pero tampoco pienso obtenerlo ni pedirlo.
Diario La República, 30 de octubre de 2012.