Hugo Pesce: Adiós a un humanista

Hugo Pesce parado al lado de José Carlos Mariátegui. A la derecha, Luis Alberto Sánchez (foto: wikimedia).

Por César Lévano

Hace poco, a raíz de la publicación de “Ideología y Política” de José Carlos Mariátegui, publicamos (N° 390) una semblanza de Hugo Pesce. Se tra­taba no sólo del prologuista de ese trabajo, sino del hombre que estuvo más vitalmente vinculado al Amauta durante los últimos años de éste. Ahora, Pesce acaba de morir.

Antes de fallecer, el doctor Pesce pidió ver cómo había quedado un gran mapa de los grupos lingüísticos del Perú que él te­nía preparado. Su esposa, Zdenka, nacida en Checoslovaquia nos dijo que sus últimas palabras fueron: “¡salud al color rosado, salud al color amarillo, salud al color azul…!” Brindaba por el mapa con agua fresca de un vaso. Y agregaba: “¡Qué rica es esta agua fresca, pura, como viniendo de los ma­nantiales de la montaña!”. Allí expiró.

Semanas atrás, lo habíamos tenido en el estrado de honor de la Asociación Nacio­nal de Escritores y Artistas, en la presen­tación del libro que nos ha tocado en suerte escribir con el Dr. Emilio Romero, otro ami­go fraterno de Mariátegui, dentro de la se­rie “Presencia y proyección de los 7 Ensa­yos”.

Hugo Pesce fue hijo de Luis Pesce, un italiano pionero de los estudios médicos y generales sobre la Selva nuestra. Había na­cido en Tarma. “En los altos de la misma casa en cuyos bajos nació José Gálvez”. Temprano viajó con sus progenitores a Eu­ropa. Allá, en colegio jesuita, adquirió una sólida educación clásica que comprendió cinco años de latín y ocho de griego. Ese fondo clásico le permitía citar los versos materialistas de Lucrecio en el más crista­lino latín, o salpicar con versos de Esquilo una charla sobre la ciencia contemporánea.

Su periplo europeo incluyó una participa­ción, como voluntario, en la Cruz Roja du­rante la I Guerra Mundial y su militancia activa en el Partido Popular del Padre Luigi Sturzo (organización precursora de la democracia cristiana).

De vuelta al Perú, se entregó de lleno a la ciencia médica y, durante un periodo, a la militancia política al lado de Mariátegui y de sus seguidores. Como médico, ha apor­tado a la cultura nacional investigaciones que aún hoy asombran y seducen. Por ejem­plo, su ensayo sobre Daniel Carrión, que le valió el Premio “Barton”, o su trabajo sobre Pedro Peralta y Barnuevo, así como su original escrito, publicado en la revista “Amauta”, sobre Poe como precursor de la Teoría de la Relatividad. Fue un notable investigador de la lepra y de otros males. El mosquito que provoca “la uta —ese terri­ble mal que carcome los músculos— lleva, en su honor, este nombre: “phlebotomus pesce”

En sus andanzas como médico en la Sie­rra escribió un libro “Latitudes de silen­cio” y levantó muchos planos. “Con la ayu­da de una brújula durante dos años, ejecu­tó por ejemplo el mapa de toda Andahuaylas. El del Ejército, levantado con ayuda de instrumentos modernos, es el único que se le compara”. Como era un apasionado de la razón, un peruanista intenso y un cultor de la geografía y la lingüística, de la carto­grafía y de la historia cultural, en sus es­critos figuran algunos originales trabajos sobre toponimias quechuas.

En los últimos meses, era principal ani­mador, junto con Javier y José Carlos Ma­riátegui Chiappe, de las ediciones mariateguianas. Para la colección “Presencia y proyección” tenía casi terminado el traba­jo sobre la cuestión religiosa. La revista “Amaru” y la de la Universidad de San Mar­cos han publicado fragmentos de ese libro, uno de los más densos, polémicos y aún galanos que se hayan escrito sobre el tema. Es, sin duda, una ópera magna que exige pronta edición.

Hay un episodio en la vida de Pesce que pocos conocen. Fue su amistad con Ernes­to Guevara, cuando éste, joven médico des­conocido, estuvo en el Perú allá por 1957. “El “Che”, recuerda la viuda de Pesce, lle­gó a la casa con otro amigo. Venían cansa­dos, sin ropas y hambrientos”. Durante meses, ambos estuvieron alojados en la casa del científico. Luego, este los condujo a la Selva y logró que les construyeran una bal­sa que debía llevarlos a Colombia pero los depositó en Brasil. En 1960, Luis Pesce, jo­ven médico hijo del sabio, estuvo en Cuba. El “Che” conversó con él durante dos ho­ras. Le recordó la época de Lima y la Sel­va peruana y le remitió un libro con dedi­catoria repleta de gratitud. El volumen an­da por ahora refundido entre los papeles recónditos y, obviamente, ocultos del Dr. Pesce. Luis Pesce murió hace tres años, a raíz del esfuerzo por salvar a un niño que se ahogaba.

En la actitud de Pesce frente al “Che” Guevara, actitud de tan vastas consecuencias, puede verse su impronta típica en la vida. Era un hombre franco y afectivo, que comenzaba a trabajar o platicar a fondo a las tres de la madrugada. Hasta en sus últimos tiempos conservaba algo de deportivo en su actitud. No en vano había sido destacado boxeador de peso ligero en Italia, esgrimidor que llegó a subcampeón nacional en el Perú, y constante cultor de la natación y el ciclismo. Su cultura y su cordialidad, su valía humana de humanista, explican por qué incluso quienes discrepaban polarmente de sus ideas, caso de “La Prensa”, le rindieron homenaje en el momento del gran adiós.

Caretas N° 401, 28 de agosto de 1969.

Tags from the story
,
0 replies on “Hugo Pesce: Adiós a un humanista”